[Actualización 05] Articulo. Compensación
:: Mecanismos de compensación
Esbozo de una teoría del superhéroe basado en Black Summer
Edición de Oscar D. Majo. Publicado originalmente en Tebeósfera.

Hace años, cuando intentaba recomendar a un amigo la lectura de Maus de Art Spiegelman, me dijo que si los personajes no tiraban «rayos por los dedos» (sic), no lo leería.
En su ironía se encierra una gran verdad: El poderoso atractivo de los superhéroes. Mucho se ha dicho a propósito de esto, pero lo que siempre sale a relucir es que la figura del superhéroe resulta, de alguna manera, deficitaria del héroe mitológico. Esto implica que cumple con un determinado periplo al que el mitólogo estadounidense Joseph Campbell llamó monomito: El héroe sale de su universo conocido para ingresar al desconocido respondiendo a la llamada de la aventura. Luego de superar algunas pruebas, adquiere una serie de conocimientos que, en caso de concretar su recorrido –muchos héroes mueren antes–, trasmite a su pueblo. Según esta concepción, el héroe abre nuevos caminos para que los demás puedan ampliar sus horizontes perceptivos.
Ahora bien, ¿cumplen con esto los superhéroes? En rigor, la estructura superheroica no se basa tanto en abrir nuevos caminos, sino en estabilizar los existentes impidiendo que sean modificado.
Cuestionando este mecanismo de compensación, Warren Ellis y Juan José Ryp idearon la historia de los Seven Guns, protagonistas de la miniserie Black Summer (2007-8). El resultado es un hábil planteo del problema del superhéroe como metáfora cultural, sin dejar de lado la esencia de acción que propone el género.

Engranajes: Fragilidad
Hace un tiempo, una serie de seguidores de la secta La verdad suprema pusieron en jaque a Tokio al colocar bombas sarín en los subterráneos. Unos años después, el horror volvió a sorprendernos cuando cuatro Boeings 767 se estrellaron contra las Torres Gemelas arrancado de cuajo la nariz de Nueva York.
Cuanto más grandes son, dice el refrán, más ruido hacen al caer. Y esto es rigurosamente cierto, porque la historia ha demostrado que si sube la complejidad de los sistemas económicos, políticos y sociales, también aumenta su vulnerabilidad. Cuanto más fuertes se muestran, más indefensos están frente a ataques individuales, pequeños y astutamente trazados.
La relación de los superhéroes con el sistema de valores dentro del cual se manifiestan es lo que constituye la esencia del mito, porque de alguna manera este producto con el que los norteamericanos han polinizado el mundo entero, es una especie de ecuación cultural que va por fuera del sistema, detecta las debilidades y construye por medio de sus metarrelatos la posibilidad de proteger la vulnerabilidad de un conglomerado monstruoso. No por nada, los superhéroes son un producto ciento por ciento norteamericano.
Los grandes superhéroes se sitúan técnicamente fuera del sistema: Son justicieros que actúan al margen de la ley, pero lo cierto es que intentan cubrir aquellos aspectos que la burocracia o corrupción impiden absorber. De manera que, aun estando fuera, los superhéroes se ubican en el centro mismo del american way of life al defender a los ciudadanos para que puedan tener existencias apacibles. Todo el género superheroico se basa en esta paradoja.
Un buen ejemplo de este mecanismo podemos encontrarlo en el número cinco de la serie regular Spawn: Un asesino serial de niños queda en libertad por un tecnicismo judicial. A partir de ese momento, los policías de la serie, Sam y Twitch, dedicarán sus ratos libres a seguirlo para impedir que vuelva a las andadas. Finalmente, es el propio Spawn quien ajusta el sistema al asesinar al criminal, restableciendo el orden que el sistema, por sus propios medios no pudo mantener. Cuando las cosas se salen de cauce, el héroe actúa. No abre nuevos caminos, sino que restablece lo que se había desviado.

Ejercicios de compensación
Conocedores de esta contradicción, Warren Ellis y Juan José Ryp decidieron arremeter contra este planteo en el primer cómic de superhéroes de la editorial independiente Avatar Press.
Dividida en ocho entregas –numeradas de cero a siete–, Black Summer constituye una obra interesante, que aprovecha cada tópico superheroico para hacernos reflexionar sobre el lugar que ocupa este mito dentro de la cultura que lo ha creado.
La historia comienza cuando Tom Noir, antiguo miembro del grupo de superhéroes Seven Guns, ve por televisión la conferencia de prensa en la que su antiguo camarada John Horus anuncia que acaba de asesinar al presidente porque su accionar atenta contra el espíritu norteamericano. La secuencia es clave para comprender el resto de la trama y da oportunidad a Ryp de lucirse con su particular estética de la destrucción, volviendo al impacto visual que generara en los lectores con su trabajo en Frank Miller’s Robocop (2003-6). Ryp tiene la particularidad de no concentrarse en el núcleo de la acción, sino en la instancia inmediatamente posterior, mostrando el resultado de la violencia en ilustraciones que abrevan del cine gore y de las producciones clase B de los setenta. No escatima miembros cercenados, muñones sangrantes, fragmentos de hueso, dientes arrancados y perturbadoras expresiones de asombro por parte de las víctimas. Ellis aprovecha todos estos elementos para reforzar su idea: Nos situamos en el revés de la trama, el lo que sucede después, en lo que no se cuenta en las tradicionales historias del cómic mainstream. Ryp es sublime en su concepción barroca y su precisión ultradetallista, como demuestra en las viñetas donde la Seven Gun Angel One vuela como si nadara en el aire, casi prescindiendo de las líneas cinéticas, con una perfección casi renacentista.
«He hecho algo terrible que estará conmigo toda mi vida sólo para salvarlos» dice John Horus al final de su discurso al pueblo norteamericano. Tiene las manos rojas de sangre y lo rodean varios ojos flotantes en una imagen que tiene mucho de apocalíptica, como si el héroe fuera en realidad un dios vigilante y omnipresente.
Ya ha partir de este momento, la línea sobre la cual trabajará Ellis queda claramente trazada: Si el sistema de valores que los Seven Guns han jurado defender ha colapsado, ¿cuál debe ser la postura de los héroes ahora?
Ellis coloca numerosos flashbacks a lo largo de la historia para llevarnos al momento en el que cada gun, por decisión personal, acepta la oferta de un oscuro emisario del gobierno llamado John Blacksmith para alterar su cuerpo y convertirse en héroe. La astucia del guionista está en enfrentar a cada personaje con la caída del sus viejos ideales.
John Horus es, de alguna manera, un ingenuo. Cuando comprende que la estructura se ha desbalanceado, cree que debe actuar, porque esa es su misión como superhéroe. No comprende que su trabajo como compensador tiene un límite; aunque suene a metáfora macabra, nadie puede reconstruir una torre cuando ya ha sido derrumbada.
Tom Noir, quien perdiera a su novia, la Seven Gun Laura Torch, y a su pierna izquierda en el mismo atentado, es un desilusionado. Antes idealista y motor ideológico de los Seven Guns, ha comprendido lo que Horus no entiende: No se puede compensar un sistema que se ha desvirtuado o que, tal vez, nunca fue como ellos lo imaginaron. Noir sufre la derrota del que ha sido defraudado en su buena fe. Como resultado, ha elegido al automarginación y la destrucción personal porque su vida, toda su existencia, ha perdido el sentido; la enorme fuerza de su idealismo se ha convertido en un profundo y consumidor pesimismo. El país ha caído y no hay nada que hacer para levantarlo. Tom cree que hacer lo bueno es imposible o, peor aún: Inútil.
Horus y Noir son idealistas puros, hasta tal punto que cuando la realidad los golpea y les muestra las resquebrajaduras de su utopía, sus reacciones son extremas. Ellis y Ryp eligen caracterizarlos con trajes similares, emulando la moda del siglo dieciocho, queriendo representar que los ideales que defienden John y Tom pertenecen al pasado; la utopía modernista ha sido arrasada por el cinismo de nuestros tiempos.
Por otro lado, los guns Dominic Atlas Hyde, Angel One y Katheryne Artemis representan el pensamiento posmoderno ya definido desde sus trajes, que Juan José Ryp traza con precisión y maestría, concibiendo uniformes creíbles pero que aún así conservan la impronta superheroica. Para Dominic, Ryp reserva un diseño puesto de moda en la década del noventa por los artistas fundadores de la editorial independiente Image, sobre todo los pertenecientes al estudio Homage y sus desprendimientos posteriores, quienes en muchos casos convirtieron a sus personajes en productos comerciales hoy ya olvidados.
Ellis los concibe planos, alejados del idealismo de Tom Noir, John Horus y Laura Torch. Para ellos, las mejoras guns son sólo posibilidades para el desarrollo personal o, como expresa Dominic, son una forma de ser altos para que los demás puedan verlos cuando levanten la bandera de su verdad. El deseo de justicia que manifiestan se parece más a la venganza que a una búsqueda del equilibrio; desde el vamos desprecian su condición de compensadores, porque no se trata de reencauzar, sino de imponer el propio pensamiento.
Y llegamos a la enigmática Zoe Jump, la séptima Seven Gun, en la que el tema del vestuario también es determinante: No se trata de un uniforme, sino de la ausencia de él. Jump se viste a la moda de comienzos del dos mil con un estilo casi ciberpunk, contrastando no sólo con los demás guns que utilizan disfraces llamativos, sino también con su estilo anterior: Los flashback la muestran como una hippie en plena década del noventa. Sólo a través de la indumentaria, Ellis y Ryp están explicándolos que algo pasó, que hubo un cambio de rumbo y sentido en la vida de Zoe, como si de alguna manera hubiese realizado el mismo recorrido que Horus y Noir, pero el resultado no fuese la automarginación ni el fundamentalismo, sino la apatía.
Lo que Ellis hace es colocar a cada uno de los personajes en un sitio distinto del mecanismo compensatorio: Laura, John y Tom descreen de la posibilidad de reencauzar al sistema; Dominic, Katheryne y Angel no son superhéroes genuinos; nunca comprendieron la responsabilidad que pesa sobre sus espaldas. Son individualistas; por eso no tienen necesidad de compensar el sistema, ya que no se sienten parte. Por último, Zoe opta por hacerse a un lado: Ni la amargura de la resignación, ni el cinismo del egocentrismo. Simplemente, el sistema se ha desmadrado y hay que tratar de sobrevivir, por el simple hecho de que ya no existe ninguna posibilidad de resistencia.

En acción: Descompensación cero
Aunque existen notables diferencias, al comienzo todos los Seven Guns están unidos por un mismo espíritu. Pero luego, al enfrentar la corrupción del sistema que pretenden defender, cada uno toma su propia postura.
Tom Noir, sumido en la desesperanza, vuelve al ruedo sólo para detener a Horus. No se trata de un nuevo intento de compensación superheroica, sino más bien de la necesidad de evitar que el ideal sea traicionado definitivamente. Su diálogo final con Horus resulta revelador: «¿No pudiste pensar en una manera más inteligente de cambiar el modo en que este país funciona que matando al villano? Puedes ver el mundo como un dios, construir palacios usando barro con esos malditos ojos, ¿y esa es la idea más brillante que tuviste?».
Lo notable es que Tom sabe que su sacrificio es inútil. Nada va a cambiar, pero de todas maneras tiene que hacerlo, porque la muerte es el acto último de heroísmo, como si pese a saber que su labor como compensador no tiene valor real, quisiera conservar intactos los ideales superheroico. La metáfora, nos dice Ellis, tiene valor más allá de la nación que la ha gestado, he incluso más allá de cualquier concepto de nación. Lo que en última instancia propone Ellis es el retorno al héroe clásico, el que no defendía un paradigma sino que proponía uno nuevo, el que como Prometeo, podía guiar a su pueblo a un ideal nuevo oponiéndose a lo establecido y consensuado en busca de una realidad diferente.

Hace años que perdí el contacto con mi amigo, el que sólo leía cómics donde los personajes tiraban rayos por los dedos. Es una lástima, porque si pudiera, le recomendaría Black Summer, una historia que muestra el revés de la trama de los superhéroes sin traicionar los intereses del género, como si sus autores no necesitara dar vuelta la tela para mostrarnos las costuras, algo bastante difícil de lograr.
Y además, estoy seguro de que le hubiera encantado.

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