[Actualización 03] Reseñas. Caballero Inexistente
:: Lo que estuve leyendo: El caballero inexistente
Il cabaliere inesistente, 1959. Ítalo Calvino

Calvino lo escribió en 1959 y se nota: abandona el estatismo y la ingenuidad narrativa del comienzo de la trilogía para lanzarse a la aventura con un romance de intensidad narrativa similar a los de Chretien de Troyes, pero sumándole su habitual pericia para diseccionar ciertas tendencias propias del ser humano.

La trama, entreverada e imprevisible como toda buena novela de caballerías, por momentos da la impresión de fluir al correr de la pluma. A Calvino no le importa la verosimilitud: su construcción es increíble hasta el extremo del delirio. El caballero Agilulfo, protagonista de la historia, se presenta como la gran paradoja: existe en su inexistencia a causa de su fuerza de voluntad y la fe en su causa.

Poco se debela sobre el pasado de este caballero que no es Don Quijote, pero tampoco está muy alejado de su espíritu. Los personajes que lo secundan en sus aventuras son gracioso pero no por eso carentes de significado. De alguna manera, Calvino logra plasmar con gracia lo que torpemente Sartre intentó transmitir en La nausea, porque es la propia esencia del caballero inexistente lo que le da entidad; su deseo de perfección es lo que inspira vida a la inmaculada armadura blanca.

Mención aparte merece el impecable andamiaje narrativo. La historia es relatada por una monja como parte de sus deberes monacales. El recurso ideado por Calvino para narrar con brevedad el viaje a Marruecos de varios personajes es tan ingenioso como innovador: la monja describe un mapa donde, al mejor estilo de los cartógrafos medievales, traza el recorrido de los personajes.

Otro gran logro de Calvino está en el cierre de la historia. Alejado del patetismo narrativo de El vizconde demediando, donde lo inverosímil roza el límite de lo ridículo antes que de lo delirante, en El caballero inexistente Calvino logra un final abierto que fomenta la reflexión y juega con el lector. El relato es ingenioso, parece decirnos Calvino, pero las ideas que lo inspiran se engarzan en lo más profundo de la realidad, en el corazón de la vida misma.

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